Crítica reflexivo positiva de lo prohibido
crónica mordaz de la situación en El Salvador
Reseña
Crítica reflexivo positiva de lo prohibido : crónica mordaz de la situación en El Salvador
La poesía es un modo de pensar y de salvar. El pensar poético resuena con el mundo, lo cuida y lo transfigura. La poesía pensante des-oculta el sentido de lo existente, y lo hace adjurando del indolente sensus communis de lo dado. Ella exorciza la indiferencia, rememora lo que queda oculto en la cotidianidad perversa y acoge el desecho producido por el mundo imperante. Para ello, la palabra poética se encamina a lo esencial, y lo esencial tiene la índole de lo abisal. Frente al fundamento abisal de lo existente la poesía supera el vértigo de la nihilidad y opta por sembrar en ella el por-venir, uno alter-extremista, trans-dogmático: «Algún día tocaremos las puertas de los dioses griegos/y entenderemos que los dogmas no son bienes supremos/… que no hay humanidad en los extremos», desea el poeta salvadoreño.
La palabra poética de Leonet Zelaya cultiva una aesthesis otra, capaz de desaclimatar la anestésica (an-aesthesis) cotidianidad salvadoreña. «¡Qué no se vuelva cotidiana la insensibilidad y su esencia!», reclama. La indolencia e indigencia del pensar engendran una vida esclerótica, insensible; producen el sinsentido de la vorágine de la corrupción política, de la glotona ambición y del crimen. «¡Qué espantosa nuestra violencia!», manifiesta ya un pensar sentiente. Su poesía pensante desacomoda al imperante pensar aturdido. Acude para ello a la ancestral tradición de la sátira jocosa, cual Diógenes kínico, cual Roque Dalton tabernero. «¿Por qué nos cuesta tanto atrevernos a vivir?», pregunta la palabra ya desacomodada.
«Los vivos-muertos/son los que cargan/la palabra falsa», afirma el poeta maya Humberto Ak’abal. Y del origen de esta palabra falsa, de los vivos-muertos locales, conoce bastante Leonet Zelaya: «¡Imagínese cuántas bestias hay por kilómetro cuadrado!/ Bestias ricas que no pagan lo justo al empleado/… bestias que traicionan a la justicia por fama o por corrupción». Pero también sabe de los ungüentos locales capaces de ablandar y suavizar a las obscenas bestias: «Así que si no se componen, ¡hay que agarrarlos a chilillo limpio para quitarles la gana!». El fármaco de Zelaya conjuga el estilo poético roque-daltoniano y la jocosidad del kinismo ateniense, dando consistencia contextual al aforismo de Hölderlin: «Donde yace el peligro, crece también lo que salva». El tratamiento salvífico antibestial recomienda: «Aprendan a vender flores, pupusas y pasteles». Se trata pues de un fármaco poético.
Si, como afirma Hölderlin, «lo que permanece lo fundan los poetas», y si, como Roque Dalton diagnosticaba a la poesía: «no estás hecha sólo de palabras», Zelaya transfigura con su carcajada satírica el mundo salvadoreño, pues salva con su creatividad poética la esperanza que engendra contextos amables, impensables: «y los empresarios todos son muy honrados:/ no evaden ni eluden impuestos acordados». Y quiénes contemplen este transfigurado horizonte de co-existencia exclamarán asombrados: «¡Vaya mundo raro este!». Pensar poético: pensar que ama, cuida y salva.