La pequeña pastelera
Es un libro infantil que narra la historia de Rita,
En el colegio empezábamos a aprender las letras y a Lolita le costaba un poco, así que durante el recreo yo le ayudaba. Siempre llevaba un silabario y la hacía repetir todas las letras juntas.
Un día, la señorita Gaby nos contó que muy pronto tendríamos que presentar un proyecto en la Feria de Talentos. Lo habíamos estado esperando desde el inicio del año. Yo me sentía muy emocionada y estaba segura que todos los demás también. Ya había aprendido
a hacer muchos postres con mamá y estaba segura que podría participar y demostrar lo que podía hacer. Todos presentaron algo diferente. Luis y Erick hicieron un intercambio de pasos con la pelota y mostraron lo habilidosos que eran para el fútbol. Lolita presentó un cuadro que
pintó ella misma con témperas de colores. Y yo, llevé tres pasteles que había preparado la tarde anterior con la ayuda de mi mamá. Nunca antes había visto esas caras de asombro en los rostros de mis compañeros por algo que yo había hecho. Fue fascinante, todos querían
probarlos y lo mejor es que sus comentarios me hicieron sentir muy bien. El día siguiente entregarían un diploma de reconocimiento al mejor proyecto. Yo me sentía nerviosa y estaba segura que Lolita, a quien todos elogiaban tanto, sería la ganadora, pero al menos me conformaría con el segundo lugar. Entonces la señorita Gaby dijo delante de todos los alumnos:
- Hoy hemos descubierto un talento muy valioso entre nosotros. Cada uno de ustedes, de alguna manera nos había estado demostrando todas sus habilidades en el transcurso del año, pero alguien de ustedes, parecía estar ocultando lo buena que era para cocinar y principalmente para preparar pasteles. “¡El diploma de sobresaliente, lo entregaremos con mucho orgullo a: Rita Cáceres!”. Cuando escuché mi nombre, no lo podía creer. Y los aplausos de todos los niños resonaron tanto en mi mente y en mi corazón que, hasta este día no he podido olvidar. Entonces la señorita Gaby pidió que diera unas palabras a todos mis compañeros. Yo siempre había pensado que cualquier cosa que dijera, no la tomarían en cuenta o sería motivo de burla, pero estaba tan emocionada que la pena se me olvidó y las palabras me salieron de manera natural: - Queridos amigos (esta vez no me referí a ellos como compañeros): Así como pudieron saborear, un postre de vainilla, uno de chocolate y otro de frutas, cada uno de nosotros es diferente y especial. Ninguno mejor que otro, simplemente diferente y me alegró muchísimo saber que todos les gustaron, a algunos más que otros. Desde ese día, no volví a sentir las miradas engañosas ni volví a imaginar que cuando
murmuraban algo, seguramente hablaban mal de mí. Aprendí a caminar erguida, con la cabeza muy en alto. Sigo siendo morena y regordeta, pero sobre todo ahora soy muy feliz y sé que cuando crezca, seré una gran pastelera.