Reseña

Quien no se ha enamorado o suspirado por un amor imposible, Quien no ha llorado extrañando a alguien, con toda seguridad puedo decir que
todos en algún momento hemos sido protagonistas o espectadores de alguno de estos sucesos sentimentales.
Y es que cuando los sentimientos están a flor de piel, son las palabras escritas las que cobran vida y hacen un oasis a ese espíritu inquieto.
Francisco Javier Iraheta, plasma en sus versos esa poesía emergente del ser más profundo, y hace de la agonía, una semilla de esperanza que
germina. “Que los versos hablen por mi” nos introduce en esa apasionante esfera el amor, del amor delirante, el amor que padece ante la espera de su enamorado, del amor que grita con versos,
cuando el corazón se detiene ante el silencio. “Cuando las veinticuatro horas, mil cuatrocientos cuarenta minutos, ochenta y seis mil
cuatrocientos segundos... “Se hacen eternales en ese suplicio de una respuesta y nada… Es entonces donde los ecos que fluyen del alma
aplacan a ese corazón palpitante y ansioso. Los invito a caminar a través de los senderos del alma enamorada, vehemente, apasionada, que la
aurora les haga vislumbrar ese rayo de sol, de esa madrugada fría que, aunque algunas veces se vuelve eterna… siempre toca por nuestra
ventana en las mañanas…