Reseña

El Salvador conmemoró el pasado mes de enero (2021) 29 años de la firma de los Acuerdos de Paz. Una fecha histórica en la memoria de muchas personas, que no debería olvidarse, La firma de la paz puso fin a 12 años de guerra, pero también dio pasos importantes de eliminar una dictadura militar que prevaleció por muchos años. La firma de los
acuerdos de paz, en enero de 1992 comprende un cierre importante en el ciclo de represión y luchas del pueblo salvadoreño. El conflicto bélico era el escenario perfecto para que las Injusticias, desigualdad social, muertes injustificadas, explotación sexual, narcotráfico y corrupción se llevaran a cabo; las condiciones de pobreza y violencia en la zona rural agudizó la migración interna; la persecución, la represión, y otra serie de violaciones a los derechos humanos, desembocó en la guerra civil de los 80´s. Es en ese escenario donde se desarrolla “La Historia de María”
una niña que lo único que deseaba era, vivir su niñez, estudiar y soñar con algún día visitar la capital, pero le toca ver la crudeza y la realidad de la guerra; María Guerra se remonta a esos años históricos de El Salvador. Es una historia que atrapará su atención desde la primera página, María
Guerra nos sumerge en todo un cumulo de emociones, fueron días oscuros para los salvadoreños, la violencia no conocía género,
hombres, mujeres, niñas, niños adultos mayores todos padecían del mismo flagelo, una sanguinaria lucha se debía de librar todos los días, familias fragmentadas, secuestros, desapariciones, atentados, denuncias injustificadas estaban “de moda”; para algunos unirse a la causa era sinónimo de haber perdido todo o tener la esperanza de no
seguir perdiendo más. Todos los escenarios eran desfavorecedores. “La vida en aquellos días No Valía Nada” María Guerra nos recuerda los años
más oscuros de la historia salvadoreña, años de sangre y dolor, nos recuerda también que son días que no queremos repetir, cierro recordando parte de una de las homilías de nuestro Obispó mártir
Monseñor Romero (1980) "En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno, en nombre de Dios: ¡Cese la Reprensión!” (p.127).