Después de tocar fondo
2001, año de la integración monetaria y de la vulnerabilidad, abril mes de la ebullición estudiantil y de los encuentros pertinentes. Para el cuarto mes del año recuerdo que los conflictos estudiantiles no habían cobrado tanta relevancia como en otros, los desórdenes estudiantiles también tenían vacaciones, pero ese año tenía algo peculiar, la cantidad de estudiantes menores de edad era casi una totalidad. Quedaba un reducido número de tipos mayores que usaban cédula de identidad personal, el bello facial parecía exclusivo de los veteranos de último año, así que ese año fue la oportunidad de muchos para lucirse en las calles y al interior del instituto, como jóvenes machos violentos, sin embargo, los de último año se preocupaban de tres cosas. La primera: de tratar que los demás les siguieran respetando, aunque manteniendo su actividad callejera de bajo perfil; segunda, enamorar a las mujeres del primer año, entre otras cosas, asegurándoles que estarían protegidas frente a los demás machos violentos de rango inferior; y por último, lo tercero, tratar de graduarse para ir a sumarse a la masa de desempleados de este absurdo país.