El SalvadorEl Salvador
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ISBN 978-99983-60-00-6

Novedades con viejas tendencias

Autor:Turcios, Roberto
Editorial:UEES Editorial, Universidad Evangélica de El Salvador
Materia:Democracias modernas
Clasificación:Ideologías políticas
Público objetivo:Enseñanza universitaria o superior
Publicado:2022-04-30
Número de edición:1
Número de páginas:0
Tamaño:549Kb
Soporte:Digital
Formato:Pdf (.pdf)
Idioma:Español

Reseña

El despliegue de la transición a la democracia parecía imbatible cuando las autoridades
proclamaron la vigencia de la Constitución de 1886; civiles y militares se pusieron de pie
ante aquel texto y juraron su cumplimiento. Conforme al Decreto de los Tres Poderes, la
normativa del siglo anterior también incorporaba disposiciones recientes, buscando de
esa manera el funcionamiento ininterrumpido de todo el aparato estatal. Las elecciones
próximas ocuparon, entonces, el primero de los planos políticos; había otros menos
visibles, aunque muy decisivos.
La campaña electoral fue novedosa, aunque algunas de sus características ya habían
aparecido durante los meses anteriores a las elecciones de enero de 1931: varios candidatos
estaban en la competencia sin que ninguno fuera el favorito del presidente. Ahora
formaban la lista José Cipriano Castro del Partido del Pueblo; Napoleón Viera Altamirano
del Frente Social Republicano; Antonio Claramount Lucero del Partido Fraternal
Progresista; Salvador Castaneda Castro del Partido Unificación Socialdemócrata,
también apoyado por el Partido Agrario Salvadoreño; y Arturo Romero del Partido Unión
Demócrata. Cinco personalidades diferentes en sus talantes y trayectorias, aunque coincidían en el objetivo: alcanzar la presidencia luego de una dictadura. Entre las campañas de 1930 y 1944 medió una dictadura que, aun con la derrota del General, seguía condicionando la transición a la democracia; esta última no fue imbatible sino frágil, porque aquella seguía ostentando un poder desproporcionado en
la sociedad. Los cinco candidatos eran conocidos, sobre todo Romero, el que reunía mayores simpatías visibles, tal vez porque había representado en abril la rebeldía ciudadana y la resistencia ante los atropellos. También los otros fueron víctimas y resistentes en distintos grados. Solo Claramount participó en la contienda de enero de 1931, obteniendo el menor número de votos; su personalidad tradicional y su grado militar no le alcanzaron para igualarse con los primeros, pero estaba en la lucha de nuevo y, quizá, en una situación parecida.
En cambio, de acuerdo con sus desplegados informativos, Viera Altamirano era una estrella en ascenso, gracias a su carta de exiliado, liberal, periodista y fundador de El Diario de Hoy. Castro pasó desde la cercanía con el General hasta el exilio, y tenía en el occidente, en especial en Santa Ana, su bastión. Castaneda, general como Claramount,
presentó una compleja hoja de vida: ministro de Gobernación durante los primeros años del gobierno de Hernández Martínez, donde teorizó sobre la transición suave que impulsaba, después objeto de sospechas, víctima de persecuciones y sujeto con respaldo universitario en las negociaciones durante la salida del General. Ninguno recibió las
demostraciones de simpatía que tuvo Romero, después de aparecer como un civil que llamaba a la rebelión militar, el 2 de abril, y mostrarse con la cara atravesada por un machetazo, en mayo.

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