Clásicos de la pintura salvadoreña
La pintura salvadoreña es joven, un siglo apenas ha dibujado su historia. Y en este periodo es posible trazar algunos momentos para comprender a la historia en la pintura, en la historia. Es decir, la búsqueda propia por un lenguaje dentro de los procesos de la historia. En El Salvador, los procesos del arte han tenido relación con los procesos políticos. Por varias décadas, la pintura ha intentado decirnos quiénes somos.
Sin la obra de los artistas reunidos en este libro no podríamos imaginarnos. Porque la nación tiene mucho de imagen, mucho de imaginación. Durante siglos la representación es la que ha mediado en los conceptos de quiénes somos, de dónde venimos. Fueron las búsquedas de los artistas las que nos dijeron cómo fuimos, cómo somos y cómo deseamos ser. En muchas experiencias, la pintura categorizada como nacional dice y dirá a las futuras generaciones quiénes fueron sus héroes y heroínas, los villanos y villanas, el cuerpo de la madre, el paisaje y el sitio de la batalla, las geografías y topografías. Muchos de los asideros de la nación son imágenes: a veces son una pintura.
Las naciones almacenan y protegen durante años sus patrimonios, y muchas han elegido al arte como el transmisor de su identidad. Estos recursos son los que permiten imaginarse dentro de un lugar en el mundo y en ocasiones configuran más identificación y pertenencia que el documento de identidad. En este libro, 19 artistas interactúan con la imagen y la nación de forma que sus búsquedas y experimentaciones artísticas crearon los íconos de identidad que hasta ahora perviven. Fueron también ellos quienes introdujeron los temas, que aún en nuestros días, preocupan en el diálogo de las artes, como el amor, la violencia, la locura, la muerte, la esperanza. Su experiencia no trató únicamente de crear iconografías nacionales que pervivieran como la piedra, sino, justamente, trató de crear rupturas en los diálogos hegemónicos. Este libro ofrece una visión histórica y crítica sobre quienes desde el temprano siglo XX miraron más allá del lugar común y encontraron al paisaje como territorio y como imaginación, quienes miraron la experiencia propia como historia y quiénes problematizaron las preguntas de la historia del arte en el arte mismo. Discurso y praxis, experiencia. Esto es lo que les constituye como clásicos. Carlos Alberto Imery, Miguel Ortiz Villacorta y Pedro Ángel Espinoza encabezan este grupo de artistas que usó al arte para preguntarse qué era la nación.