Reseña

En el año 2017 publiqué un libro llamado “Vivencias”.
Me ha dado gran alegría esa publicación porque he recibido buenos
comentarios sobre su contenido. Algunos me han retado diciéndome que me he quedado corta con mis vivencias, especialmente personas que conocen de mi recorrido por la vida, de mis infortunios, de mis logros. Concluyo de esos comentarios, que verdaderamente les ha gustado, pero hubiesen querido seguir leyendo más y que no me guardara ninguna experiencia. No obstante, no se puede exponer todo lo sufrido o gozado en este mundo. Puede que se hayan fugado los recuerdos a los rincones más escondidos de la memoria y los hemos olvidado; otros sucesos no son permanentes narrarlos porque dejaríamos totalmente desnuda el alma. Al escribir nos atrevemos a mostrar la intimidad celosamente protegida, porque de lo contrario,
serían relatos o pensamientos de ficción, y carecerían de sentimiento; no serían vivencias, su nombre sería otro. Esa es la razón por la que he estrujado las pocas neuronas que me quedaron funcionando en mi cerebro, después de las traigo otra recopilación de vivencias. Consciente estoy que cada vez que escribo me descubro más; sería poco lo que no saldrá a la luz, por respeto a otras personas, o a mí misma.
Cada vivencia es genuina y cada pensamiento es una entrega
honesta. Entre los relatos está un evento que jamás había querido tocar; son instantes dolorosos que dejaron una tremenda huella en mi alma y mi cuerpo. En las primeras Vivencias lo obvié adrede, pero mi hijo me pidió narrara los sucesos experimentados por nuestra familia, en la prolongada guerra que vivimos, especialmente en su última etapa y, después de 28 años de ocurridos, los plasmé en mis Vivencias 2, confiando que sean bien admitidos. Los comentarios favorables expresados de una obra publicada, por parte de aquellos que la leyeron, son los aplausos que alientan a continuar escribiendo. Eso nos incita a ir mejorando, o por lo menos intentarlo. Lo positivo puede que haya nacido de la emoción comunicada por lo leído; a lo mejor por la similitud
de las vivencias, o por el cariño que se le guarda a la autora. Lo
desfavorable es el color amarillo del semáforo, que nos señala
quimioterapias y los yodos recibidos, y con mucho placer, más atención antes de avanzar. Tomar conciencia que somos diferentes y tenemos gustos distintos; puede que haya que aceptar que no hubo empatía.

Mi vida ha sido accidentada, como siempre lo he confesado a mis amistades; conozco personas que sus vidas han sido lineales, sin muchas complicaciones: bien por ellas; pero, esos accidentes me han permitido
transmitir, reflejando a través de las letras lo experimentado. Considero , pero no estoy absolutamente segura, que esta obra será la última que edito; lo planificado fue cubierto, gracias al Señor. No obstante, nada se puede afirmar con entera certeza . . . el tiempo lo dirá.