Reseña

El libro Masones y reformas liberales: El Salvador (1871- 1886), de Roberto Armando Valdés Valle, abarca un fenómeno de la historia salvadoreña poco estudiado o analizado. Quizá sean las ideas contradictorias que sobre la masonería han circulado en el mundo, lo que ha llevado a otros investigadores a dejar el tema al margen.
Una de las cualidades que más destaco del libro es su objetividad. Roberto Valdés nos hace ver la influencia de algunos liberales que fueron masones (no todos los liberales lo fueron) en las reformas y campos del conocimiento humano en El Salvador durante el siglo XIX. Algunos masones también ocuparon puestos relevantes en la administración pública y en el aparato burocrático. Importante en esta época fue el proceso de laicización de la educación, y en su implementación destacaron masones como Francisco Esteban Galindo, quien fue
director General de Instrucción Primaria, un puesto estratégico, tal como nos lo indica el autor. Recordemos que Galindo perteneció al grupo de fundadores de la Academia Salvadoreña de la Lengua en 1876, compuesto no solamente por liberales. Quizá merece la pena mencionar que entre los descendientes de Galindo encontramos a destacados intelectuales en los siglos XX y XXI. En el período que nos ocupa también encontramos masones impartiendo cátedras universitarias, entre ellos Hermógenes Alvarado, Manuel Delgado (ambos en la foto de la portada
de este libro), Rafael Reyes, al médico Tomás G. Palomo, además de maestros de secundaria. Otro aspecto importante, es la exposición sobre las constantes disputas entre conservadores (procatólicos) y liberales en los periódicos y publicaciones de la época, de tal manera que el lector puede sacar sus propias conclusiones sobre este debate político e ideológico. De gran interés en la investigación son también los
temas relacionados con la prohibición a los eclesiásticos a ocupar cargos de elección popular, la secularización de los cementerios, el matrimonio civil y la libertad de cultos. Recordemos que la Iglesia católica siempre ha estado involucrada en la política, e interesada en el poder terrenal. Esto último me lleva a una reflexión: refiriéndose a la Constitución política salvadoreña de 1871 nos recuerda que en ella se consignó que “La Religión Católica, Apostólica romana es la del Estado, y el Gobierno la protegerá”, pero a continuación agrega que, “se tolera el culto público
de las sectas cristianas en cuanto no ofendan la moral ni al orden público”.