Las acciones morales
fundamentación ética
Waldemar Urquiza, en esta obra, expone su extensa y profunda investigación ética sobre lo que denomina las acciones morales, cuya importancia radica en que son las únicas que con seguridad
pueden edificar al ser humano. Su explicación le lleva a esbozar una novedosa teoría general de lo moral, en la cual por primera vez se presentan sus grandes momentos juntos, relacionados y cohesionados. El desarrollo expositivo parte de los presupuestos que han de estar a la base de toda idea de moral, es decir, una antropología inserta en el todo de lo real, desde donde cabe entender el quehacer humano; por tanto, lo único de donde nace el deber, en su sentido más radical y amplio. En
consecuencia, de ahí deriva la moral concreta, con su contenido básico: principios, valores y normas, que no entiende como un catálogo de prescripciones rígidas, sino como un código que ayude a crear en los individuos una especie de racionalidad teórico-práctica que oriente sus
acciones. La actuación con base a esta teoría la denomina “praxis moral”, a la que atribuye superioridad sobre cualquier otro tipo, por implicar radicalidad y efectividad en el logro del bien y consecuentemente producir una auténtica satisfacción. Sin embargo, sostiene que para que esta praxis moral sea ejecutada por los individuos se ha de requerir de condiciones tanto subjetivas como objetivas, que los empodere. Igualmente, cree que, si bien lo moral de por sí es dinámico, es necesario que intencionalmente se le imprima un dinamismo determinado, no solo en cuanto a orientar su cauce sino a regular el ritmo de la marcha. Por eso habla de reedificación de las morales concretas existentes, con base al modelo de moral ética que propone, imprimiéndoles a su vez una actualización permanente. Al par, postula que la moralización lleva consigo el progreso humano, que entiende como realización del ser en cuanto tal en el estricto sentido de elevación de su condición, dándose correlativamente en grados sucesivos de perfección que lo irán volviendo más apto para la vida en otros escenarios del universo. En fin, estima que la garantía de ejecución del proceso de moralización de los individuos exige una institucionalización de lo moral, a cargo de toda la sociedad, que para ser operativa y efectiva ha de contar con una
organización gestora especializada con funciones éticas de monitoreo y dirección, que haga los ajustes debidos e impulse los cambios hacia el horizonte fijado.