El juego de Alan en la villa de Priscob
En un barrio humilde llamado Santa Anita, cerca de la ciudad de El
Salvador, un cipote de siete años, Alan, se topa con algo que ni en
sueños habría imaginado. Todo comenzó en plena época de clases,
cuando una tarde cualquiera, un pequeño duende le salvó la vida. El
encuentro fue en un caserón viejo, de esos que la gente evita por miedo
y leyendas. Ahí, Alan lo encontró atrapado bajo un hechizo antiguo.
Por haberlo liberado, el duende le prometió cumplirle un deseo, pero
con una condición: jugar un juego muy especial que rompería el
embrujo de la gran casa. Pasado un tiempo, Alan vuelve con sus dos
mejores amigos y juntos se lanzan a la aventura. Lo que parecía solo
una travesura se convierte en algo serio, lleno de misterios, secretos
escondidos y pruebas difíciles.
El juego consiste en recuperar tres piedras mágicas, sin las cuales el
duende no puede usar sus poderes. Todo ocurre dentro de una villa
encantada, congelada en el tiempo, donde cada rincón guarda algo
extraño. Mientras tanto, en el mundo real, los familiares ya los dan por
perdidos. Esta historia, aunque mágica, lleva en sus palabras un poquito de nuestra tierra: con su gente, sus miedos, su habla, y ese coraje que solo se ve en los niños que se atreven a creer.