El hombre arrodillado sobre mis cenizas
Pocos autores se atreven a romper con el purismo impuesto por la industria editorial. «El hombre arrodillado sobre mis cenizas» pertenece a esa rara estirpe de obras que se atreven a mirar la herida sin pensar en su cura: no cae en la ingenua soberbia de cambiar el mundo, sino, más bien, busca impedir que el mundo tenga la última palabra. «Mis lágrimas y mis sueños en el barro no serán otra bandera para los cerdos que negocian con la sangre de mi pueblo» dice un autor que concluye su «Trilogía de las Revelaciones» reafirmando su contribución a la línea visionaria de la poesía occidental: Blake, Shelley, Whitman, Rimbaud,
Paz, Vallejo, Borges, a quien incluso nombra.