El aparecido que no deja de nacer
En honor a quienes enviaron a sus hijos a “la América” como quien deja una esperanza en manos del destino, muchos años después, sus familiares seguimos haciendo algo parecido, apostando por un futuro que todavía no existe, pero que deseamos con la misma insistencia con la que ellos esperaron el suyo. Para la nobleza, la genealogía no era solo memoria, era necesidad y obsesión. Servía para proteger sus derechos y mantener el poder intacto. Los archivos eran armas estratégicas que sostenían castillos. Hoy, la hiperconexión nos ofrece el regalo de mirar al pasado con ojos nuevos. Personas comunes pueden redescubrir sus raíces y, con ellas, recuperar partes olvidadas de sí mismos. Las redes sociales y el ritmo acelerado de la exposición constante han desdibujado la línea que separaba lo privado de lo público. Cualquiera puede ser figura o personaje. Pero esa visibilidad no es autenticidad: muestra solo el fragmento brillante y esconde la sombra, el error, la tristeza, la duda… todo eso que nos hace profundamente humanos. Por eso, hoy, les propongo un viaje. Un viaje que no es turístico, ni siquiera arqueológico. Es un viaje íntimo. Un ir hacia el pasado de la empatía, para entender el presente, para saber porque somos como somos.