Apateísmo
afrontando la crisis de fe de los hijos
Este libro está dirigido a todos los padres cristianos que hemos criado a nuestros hijos bajo la influencia de la cultura cristiana. No cabe duda de que la transmisión del cristianismo como creencia es un valioso legado familiar; divulgar nuestra fe constituye una forma legítima y necesaria de evangelización inicial. No obstante, muchos de nosotros descubrimos con sorpresa y dolor que, en vez de afianzarse en la fe, nuestros hijos comienzan a mostrar desinterés hacia ella. Ese día comprendemos que la fe heredada no alcanza para enfrentar los retos y dudas de su propio camino: debe llegar el momento crucial en que nuestros muchachos se
encuentren personalmente con su Señor. Es a este fenómeno al que denomino «apateísmo», término que describe perfectamente una actitud de indiferencia hacia Dios y lo divino. Curiosamente, el
apateísmo no se manifiesta como rebeldía abierta ni como ateísmo militante, ni siquiera como el crecimiento de dudas existenciales. Es algo más sutil: una actitud pasiva y distante que lleva a nuestros hijos a percibir la fe cristiana como algo irrelevante en sus vidas. Es un encogerse de hombros ante la trascendencia, donde asistir o no a la iglesia, orar o abstenerse de hacerlo, carece de importancia e interés para ellos. Estas líneas, planteadas como debate, exploran cómo evangelizar a nuestros hijos en tiempos posmodernos. Evangelizarlos primero y luego discipularlos para transitar de una fe heredada hacia una auténtica, personal, comprometida y significativa. En definitiva, reflexionaremos sobre la responsabilidad que tenemos como padres de acompañar a nuestros hijos en esta etapa crucial de su vida. Porque, aunque la fe en Jesús es una decisión profundamente personal, ellos
siguen siendo un terreno fértil donde nuestra influencia, ejercida con sabiduría y amor, dejará huellas que trasciendan. Este libro nace de la urgencia de un despertar. Del reconocimiento honesto de que nuestros hijos, más que la herencia transmitida, necesitan un cristianismo que sea cristiano, les urge un encuentro auténtico con el Dios vivo. No se trata de un manual de estrategias parentales, sino de un llamado a la resurrección espiritual que comienza en nuestros propios corazones. Porque, quizás, antes de despertar la fe de nuestros hijos, debemos primero despertar la nuestra. El apateísmo es el enemigo de esta generación, pero no tiene la última palabra. El mismo Dios que resucitó a Cristo de los muertos puede resucitar la fe dormida en el corazón de nuestros hijos. Y nosotros, por gracia divina, estamos llamados a ser
instrumentos conscientes en ese proceso providencial de restauración.