Nace la esperanza, viene el cambio
notas sobre la administración Funes 2009-2014
Reseña
Nace la esperanza, viene el cambio : notas sobre la administración Funes 2009-2014
Una de las principales responsabilidades teóricas y políticas existentes como izquierda salvadoreña es la de realizar un balance de los recientes diez años en el gobierno, en el marco más amplio de 25 años en la gestión administrativa de alcaldías, de una fracción legislativa y a nivel de lo judicial; y en el contexto general de una estrategia de lucha legal, pacífica, que asume como rasgo fundamental a partir de 1992 la construcción de una fuerza política orientada hacia la participación electoral.
Contribuir a este urgente debate es el propósito de este libro, que comprende dos tomos. El primero centrado en la administración de Mauricio Funes, 2009-2014 y el segundo en la administración de Salvador Sánchez Ceren, del 2014 al 2019.
Como antecedente histórico es preciso reseñar que esta izquierda, encarnada principal pero no exclusivamente en el FMLN, que asumió el gobierno en junio de 2009 es el resultado de un largo y complejo proceso político y socio-cultural, que comprende entre otros componentes, la primera huelga de sastres en 1919 ; fundación de la FRTS en 1924 ; del PCS en 1930 y su derrota político-militar sufrida en enero de 1932 ; la supervivencia clandestina durante las primeras décadas de la dictadura militar, la huelga general de brazos caídos de 1944; la ola represiva del presidente Osorio en 1950 y 1952; las grandes batallas electorales de 1967,1972 y 1977; la construcción de un poderoso movimiento popular; la dispersión orgánica e ideológica, la unificación y formación de un ejército guerrillero que combatió durante doce años; el despliegue de una audaz estrategia político-diplomática y de solidaridad que permitió el fin del conflicto armado y la derrota de la dictadura militar, mediante un acuerdo de solución política negociada. Estos 100 años de lucha popular permitieron una impresionante acumulación de fuerzas y experiencias, entre estas el dominio de distintas formas de lucha, tanto armada como no armada, insurreccional, sindical, electoral, diplomática, etc.
El primer tomo
En el primer tomo se registra como el júbilo popular por la llegada el 2009 del primer gobierno de izquierda y el claro enfrentamiento del presidente Funes contra la oligarquía, así como los anhelados programas sociales, bloquearon nuestra capacidad crítica para interpretar y juzgar el grave daño causado por hechos de corrupción y de acomodamiento al sistema, que finalmente coadyuvaron a la derrota electoral sufrida en febrero de este año.
El segundo tomo
En el segundo tomo se ilustra acerca de las contradicciones que acompañaron la administración gubernamental conducida por el dirigente histórico del FMLN, Salvador Sánchez Ceren, y que coadyuvó a un distanciamiento entre gobierno y sectores populares, que finalmente derivó en el fracaso electoral ya mencionado.
Las particularidades nacionales
Como dato curioso es de señalar que en el caso salvadoreño llegamos casi siempre tarde a los procesos regionales latinocaribeños. En el caso de la lucha armada, la emprendimos a principios de los años setenta, cuando ya estaba eclipsando a nivel continental; libramos una Guerra Popular Revolucionaria en los años ochenta cuando se desarrollaban procesos de democratización a nivel latinoamericano, y en el caso del ciclo progresista, lo iniciamos cuando estaba a punto de cerrarse, en 2009, y de dar inicio la contra ofensiva imperial-oligárquica vigente.
El presidente Funes asume el 1 de junio de 2009 y el presidente Zelaya de Honduras, es derrocado el 28 de ese mismo mes. Fuimos el último vagón del tren del ciclo progresista. Esta es como una constante de nuestro proceso revolucionario, debido, entre otros factores, a nuestro aislamiento geopolítico.
Lecciones aprendidas o por aprender
En este contexto, entre las principales lecciones aprendidas o por aprender del recién concluido ciclo progresista en nuestro país, que va del 2009 al 2019, se encuentran las siguientes:
a) La forma de lucha electoral, nacional y localmente, por su misma naturaleza institucional, legal, sistémica, pacífica, orienta, empuja, seduce de manera permanente hacia el pragmatismo, hacia la búsqueda de la “gobernabilidad” a cualquier costo, sea este la búsqueda de un candidato y programa “potable”, de alianzas con partidos éticamente cuestionados, o de la publicidad más llamativa, etc. Mientras las correas de esta “camisa de fuerza” electoral determine, condicione, defina los ejes principales de la estructura y labor partidaria, estaremos prisioneros en estas redes invisibles pero reales de la dominación del sistema. La construcción del partido alrededor de esta vía es un peligroso campo minado, donde el espíritu revolucionario es sometido permanentemente al “dulce encanto de la burguesía.”
b) El vínculo con los sectores populares no puede reducirse a buscarlos antes de cada elección para que nos ayuden en la campaña, a cuidar urnas, en la logística, etc., sino en el acompañamiento permanente en sus justas luchas reivindicativas, las cuales debemos de descubrir o propiciar. Lo electoral es válido en la medida que nos permite ampliar la organización, conciencia y lucha de los sectores populares, o sea construir poder popular. Y se convierte en obstáculo cuando nos desmoviliza, nos divide por “puestos” y nos crea falsas ilusiones acerca de la legalidad burguesa.
c) La entrega de alimentos, zapatos, útiles, medicinas desde el gobierno sin construir organización popular reproduce mecanismos de dependencia y desmovilización social, educa a los sectores populares en una cultura clientelista, en la que se espera que Papá Estado o Partido resuelva. No tuvimos como izquierda la suficiente capacidad crítica –tampoco técnica- en la conducción del Estado y esto nos terminó alejando de los sectores populares, que asumieron el pasivo papel de espectadores desmovilizados, de simples beneficiarios de programas, lo que vino a neutralizar su vital rol de transformación social. No es lo mismo regalar que conquistar.
Recuperar esos lazos afectivos y políticos con estos sectores, organizados o no organizados, es tarea histórica de orden estratégico, y también táctico de esta transición, de esta compleja coyuntura, y esto se lograra no continuando nuestra participación en eventos electorales o desde la institucionalidad “conquistada” del estado burgués, o refugiándonos en los rituales secretos de nuestras estructuras partidarias para lograr insertarnos en las próximas candidaturas, sino a través de probados procesos de organización, debate, concientización, alianzas, elaboración de programa, y lucha permanente desde abajo por construir poder popular, por la ruptura sistémica, por la revolución. Transformar a nuestra sociedad salvadoreña -más que volver a gobernar- debe ser el norte que guié nuestros sueños y acciones, como izquierda.
Los nuevos desafíos
A partir de junio de 2019 la izquierda salvadoreña enfrenta un nuevo desafío derivado de la derrota electoral y la llegada al gobierno de Nayib Bukele, un anterior aliado e incluso integrante de sus filas como Alcalde en Nuevo Cuscatlán y la capital San Salvador, que logra cautivar el apoyo de amplios sectores populares y representa un inédito adversario político-electoral y político-social, con connotados rasgos bonapartistas. Nayib es el resultado del agotamiento del modelo político instaurado en 1992 y a la vez expresión de una cultura política autoritaria internalizada en los sectores populares; es la creencia que el “hombre fuerte” define los destinos de la patria clasista, racista y patriarcal. Autoridad y obediencia son las vigas maestras de esta cultura autoritaria.
Comprender, descifrar este complejo fenómeno es parte de la recuperación del respaldo y la confianza popular, que no es automático y no debe de serlo. Y en un delicado marco en que compartiremos la oposición política con la derecha oligárquica y su poderoso aparato ideológico, y teniendo a las puertas en 2021 un nuevo enfrentamiento electoral.
En este movedizo terreno, interpretar y acompañar de manera permanente el sentir popular es la clave, y a partir de ahí establecer nuestra táctica de lucha es uno de nuestros desafíos como izquierda, por el contrario, pretender dictar de manera autoritaria “la línea” a ser obedecida por los sectores populares seguramente nos conducirá a nuevas derrotas, porque los tiempos han cambiado, y lo que pudo ser válido en otros momentos, -en estilos de conducción- hoy podría estar ya claramente desfasado. Surge la necesidad de escuchar, acompañar, preguntar, explicar, convencer en vez de mandar y ordenar.
Es por esto que consideramos que a través del análisis de la gestión gubernamental del FMLN durante estos últimos 10 años de intensa lucha de clases, identificaremos vacíos y debilidades, así como fortalezas en diversos terrenos, tales como la política de alianzas, el partido de izquierda que necesitamos, la relación con el movimiento popular, la actitud ante Estados Unidos, la política económica y social, entre otros asuntos, que nos permitan enfrentar de manera exitosa y militante los nuevos desafíos que este mundo capitalista globalizado le impone a la izquierda salvadoreña, en su esfuerzo por avanzar y construir una sociedad más justa y democrática, o sea una sociedad socialista.
Ayutuxtepeque, septiembre de 2019